lunes, 16 de noviembre de 2015

La Terapia Floral y la Clínica


A este paradigma estructural, que debería convertirse en una nota identificatoria de la Terapia Floral, cabe agregarle la clínica. Si bien proporciona un método de trabajo, la clínica es, al mismo tiempo, una actitud que nos lleva a estar siempre del lado de la experiencia. Pero no de una experiencia “objetiva”, que no existe como tal, sino de aquella que coloca al paciente en el centro de la escena, en el principio y fin de las cosas, y a la relación terapéutica como el fundamento de la cura.
Ahora bien, es importante tomar en cuenta el hecho de que la clínica es siempre una práctica interminable y abierta a la incertidumbre, en donde no sólo el paciente está comprometido y corporizado, sino que el terapeuta, por su parte, es la herramienta catalizadora del proceso mayéutico de un tratamiento. Los remedios sanan pero la relación es la que cura y, en ese punto, los remedios florales son la sal mercurial que transforma el plomo de la sombra en oro de conciencia, la ignorancia en conocimiento, los afectos sofocados en expresión, el silencio en palabra.
Cuando se menciona la palabra “clínica” se suele hacer un reduccionismo conceptual hasta homologarla con “técnica”. La técnica es un capítulo de la clínica, pero en sí, la clínica es una modalidad de explorar la realidad, en este caso, de una persona que “sufre y padece”. Esta indagación apunta a encontrar el sentido de las manifestaciones y dolores del paciente “leyéndolo” e interpretándolo a través de sus síntomas. Dice Bach al respecto que:
El médico que comprende verdaderamente la enfermedad, ella misma le señala la naturaleza del conflicto […] Si se padece de rigidez o endurecimiento de articulaciones o miembros, por ejemplo, pueden estar igualmente seguros de que la misma rigidez está presente en vuestras mentes;  se están aferrando inflexiblemente a alguna idea, algún principio, o quizás, algún convencionalismo que no deberían tener. Si sufren de asma, o dificultades respiratorias, ustedes están, de alguna manera, asfixiando a otra personalidad, o les falta coraje para hacer el bien, y eso los sofoca. Si se encuentran débiles, o se agotan, es porque están permitiendo que alguien obstruya la entrada de energía vital en sus organismos. Incluso la zona del cuerpo afectada indica la naturaleza del defecto: las manos señalan un fracaso o una equivocación al actuar; los pies, una falla en ayudar a otros; el cerebro, falta de control; el corazón, deficiencia,, exceso o conducta errónea en el aspecto afectivo; los ojos, falencia en ver y comprender adecuadamente la verdad cuando está frente a nosotros. Y así, exactamente, podemos descubrir la razón y la naturaleza de cada dolencia; la lección requiere que el paciente efectúe las correcciones necesarias
Este texto de Bach ilustra la importancia de encontrarle el sentido a un síntoma (el significado al significante) y, además, plantea el concepto del cuerpo como lenguaje. Este es el punto de partida en la Terapia Floral, del trabajo que he intentado desarrollar a lo largo del tiempo sobre la geografía emocional del cuerpo, los meridianos emocionales y otros conceptos que apuntan a generar un dispositivo de lectura del significado afectivo de los signos clínicos de los pacientes y a dar cuenta de su historia olvidada, ya que la mayor parte de la biografía –y, en ella, las emociones- está escrita en el cuerpo y funciona a espaldas de la conciencia de la persona.  Así, entonces, el cuerpo recuerda lo que la memoria olvida, el cuerpo narra lo que la conciencia silencia, y el terapeuta es el que debe denunciar y puntualizar estos recuerdos y estas narraciones, y quien enfrenta con éstos a la conciencia del paciente, con la finalidad de que aprenda lo que ellos tienen que enseñarle. “Mi tarea, como médico, consiste en ayudar al paciente a que sea capaz de vivir”, nos confiesa, muy escuetamente, Jung, y suponemos que se refiere a vivir en plenitud.
Este artículo fue tomado originalmente del libro “El Legado Del Dr. Edward Bach, Antecedentes, contexto y significado de su descubrimiento terapéutico”, Autor: Eduardo Horacio Grecco, Ediciones Continente, Buenos Aires, Argentina, 1ª Edición 2004.


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